No podemos usar la Biblia ni parte de ella, como un arma arrojadiza según nuestra conveniencia. Creo que todos aunque sea en teoría estaremos de acuerdo con esto. Cuando leemos en ella: “No toquéis... a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas” (Salmo 105:15), no podemos usar esa escritura para defender lo indefendible.
Por lo tanto, vayamos por partes. Primeramente entendamos que nos tiene que enseñar la Palabra de Dios acerca de lo que es un ungido, y sigamos con la exposición de nuestro argumento de forma exegética. Vemos que en el Antiguo Testamento, los llamados ungidos eran personas apartadas para Dios para desempeñar tres diferentes funciones. La primera vez que se menciona a alguien con ese apelativo, es al sacerdote:
“Y las vestiduras santas, que son de Aarón... si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo...” (Éxodo 29:29; Levítico 4:3)Vemos que Aarón fue el primer sacerdote, ungido por Moisés - tipo de Cristo – (ver Éxodo 29), y que no estaba libre de pecado, ni de ser reprendido.
Pero la primera persona expresamente mencionada como profeta, y eso de parte de Dios directamente, fue Abraham (Génesis 20:7); y acerca del cuidado que Dios tenía y tiene por sus hombres, leemos en la Biblia:
“No consintió que nadie los agraviase, y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas” (Salmo 105:14, 15).
También en 1 Crónicas 16: 22,
“No permitió que nadie los oprimiese; antes por amor de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas”
Como veremos con mas detalle un poco más adelante, Abraham fue vindicado por Dios por el hecho de ser profeta, y por tanto, ungido del Señor.
En el Antiguo Testamento, los ungidos pertenecían a tres clases oficiales:
1. Los profetas
2. Los sacerdotes
3. Los reyes
En el Israel del Antiguo Testamento, como adelantamos, esos tres créditos correspondían a personas que fueron apartadas para Dios para sus correspondientes trabajos u oficios. Los profetas eran llamados y ungidos directamente por Dios con Su Espíritu (Números 11:29). Los sacerdotes y los reyes eran ungidos con aceite para desempeñar sus oficios, después de lo cual se les llamaba, y así eran reconocidos, los “ungidos del Señor” (ver Ex. 30: 22-31; 37:29; 40:12-16; Levítico 4:16; 6:20; Números 3: 3; 35:25; 1 Samuel 2:10; 10:1; 16:12, 13; 2 Samuel 1:21; 2:4; 5:3; 23:1; Isaías 61:1; Lucas 2:26; Lucas 4:18; Hechos 4:27; 10:38)
Esos tres oficios mencionados, iban a ser tomados y colocados sobre Jesús de Nazaret, el Mesías – que significa el Ungido – por lo tanto Jesucristo es el Ungido por excelencia; y como ya dijimos antes, cada uno de sus salvados somos sus ungidos, porque Él es el Ungido (2 Corintios 1:21), que por Su Espíritu ha venido a morar en cada uno de nosotros, siendo nosotros uno en Él y con Él... ¡y no hay diferencias entre unos y otros en ese contexto y en esta dispensación!
Por lo tanto, en este tiempo, sea lo que en principio signifique “no tocar a los ungidos” – lo cual veremos en un instante - deberá aplicarse a todos los creyentes sin distinción, y no meramente a unos exclusivos y públicos líderes. ¡O todos, o ninguno!
Así pues, en definitiva, ¿Qué significa “no tocar a los ungidos”? Vayamos por partes. En el Antiguo Testamento, el “no tocar” a los ungidos ni a los profetas, tenía el sentido de no hacerles mal, ni de injustamente agraviarles o matarles. El caso muy concreto fue el de Abimelec cuando estuvo a punto de tomar por concubina a Sara, la esposa de Abraham y Dios intervino directamente (ver Génesis 20:3-7), por ser él un ungido.
Efectivamente, en ese caso, ese hombre, Abimelec, aun y en su ignorancia, estuvo a punto de cometer un gran pecado, ofendiendo y dañando a Sara y a Abraham (aunque Abraham se lo buscó, ver la historia).
David y Saúl
Otro caso, fue el de David y el rey Saúl. En 1 de Samuel 24, encontramos que el rey Saúl, empecinada e injustamente, perseguía con ahínco satánico a David para darle muerte. No obstante, y a pesar de su obstinación, Dios entregó a Saúl en manos de David dos veces; la primera vez, en aquella cueva del desierto de En-gadi. Hubiera podido David matar a Saúl allí mismo, pero como aquél era todavía el rey ungido de Israel, no lo hizo, y estas fueron sus palabras:
“El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido del Señor, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido del Señor” (1 Samuel 24:6)
Más tarde, la misma situación se repitió, y David volvió a negarse a dar muerte a su terrible enemigo: Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entrgado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, dejame que le hiera con la lanza, y lo enclavare en la tierra de un golpe, y no le dare segundo golpe. Y David respondio a Abisai: No le mates; porque ¿quien extendera su mano contra el ungido del Señor, y sera inocente? (1 Samuel 26:8,9)
Claramente podemos ver que en ese caso, la ley prohibía dar muerte a Saúl, por ser el ungido de Dios para reinar, aunque ya Dios lo había desechado. David no se atrevió a dañarle, menos todavía, matarle a causa de esa palabra: “No toquéis a mis ungidos” (S. 105).
Ahora bien hermanos, ¿Qué tendrá que ver esto, con no reprender a aquellos que en la actualidad enseñan herejía o malas acciones al pueblo de Dios? ¡Absolutamente, nada! En ningún modo se puede justificar con esta frase vetero-testamentaria (S. 105), que no debamos atrevernos a cuestionar las enseñanzas de algunos de estos líderes “ungidos” de la actualidad, y a ellos mismos – muchos de ellos que lo son sólo en apariencia - ¡En ningún modo!
David, aunque pudo, no dañó ni dio muerte a Saúl por dos veces; es decir, no le “tocó”, no obstante, sí le reprendió en presencia de todo su ejército, por lo menos dos veces (ver 1 Samuel 24:10-15; 26:17-20).
Entendamos esto: todos los ungidos del Antiguo Testamento, incluido el propio David, fueron debidamente reprendidos, incluso públicamente, por los profetas de Dios; la Biblia ofrece una amplia exposición de todo ello. Así también ha sido en el Nuevo Testamento, como vimos, con el caso de Pablo hacia Pedro, etc.
Veamos de nuevo la porción escritural con la que abríamos este artículo:
Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina“ (2 Timoteo 4: 1, 2)
Por lo tanto, y de una vez por todas, no se puede esgrimir el texto bíblico de “no tocar a los ungidos” a la hora de refutar, reprender, exhortar, redargüir, combatir las falsas enseñanzas y a los que las promueven:
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