1. Sobrevalora la posesión de bienes materiales en la experiencia cristiana. La aplicación de los principios del evangelio de la prosperidad provoca un retroceso hacia los primitivos conceptos de los “amigos de Job”. Para estos personajes, la pobreza, enfermedad y sufrimiento del patriarca eran producto del pecado y la maldición, por el contrario, las riquezas y salud eran consideradas como el favor del Altísimo. Asimismo, los maestros materialistas hacen absoluto el bien económico, presentándolo como el ente que determina el favor o el desagrado de Dios hacia sus hijos.
Esta perspectiva empuja a los cristianos a adoptar formas de vida materialistas. Los púlpitos comienzan a lanzar declaraciones tales como: “Si eres hijo del Rey, debes vivir como un hijo del Rey”, lo cual se traduce en términos prácticos en vestir trajes costosos, conducir automóviles sofisticados o vivir en lujosas casas. Lo mejor del mundo deben disfrutarlo los creyentes. Cuando este estándar de vida no se logra, la insatisfacción, la frustración y el sentimiento de culpa se apoderan de los defraudados creyentes.
2. Practica una hermenéutica por conveniencia. Una doctrina es bíblica cuando está apoyada por una sana interpretación del texto sagrado. No basta citar porciones aisladas, para forjar enseñanzas cristianas. Hablando de la manera en que los teólogos de la prosperidad usan la hermenéutica, Pablo Hoff declara:
Aunque predican preciosas verdades bíblicas, también sacan pasajes de su contexto y les dan un nuevo sentido, reinterpretan partes de la Biblia para que esté de acuerdo con sus nuevas enseñanzas, ponen demasiado énfasis en algunas doctrinas. En síntesis tergiversan la Palabra de Dios para poder desarrollar sus nociones.
Esta actitud degenera en los siguientes problemas:
a) Distorsiona el concepto de pacto. Cuando los maestros del evangelio de la prosperidad hablan del pacto, tienen su enfoque en el Antiguo Testamento. Otorgan vigencia al capítulo 28 del Deuteronomio, donde Dios promete bendiciones materiales para los obedientes y terribles maldiciones para los desobedientes a la ley mosaica. También sacan de contexto Deuteronomio 8:18 “Sino acuérdate del Señor tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.”
Al aplicar estos versículos a la iglesia, pasan por alto Hebreos 8:13 “Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” En otras palabras, el antiguo pacto ha sido reemplazado por el nuevo, y sus implicancias no están vigentes. Hoy tenemos un pacto mucho mejor, basado sobre “mejores promesas” (He. 8:6) que el anterior. Esto echa por tierra toda la carga de culpa que esta teología pone sobre aquellos que se consideran malditos o desobedientes, por carecer de prosperidad material.
b) Distorsiona el concepto de bendición. Este movimiento tiende a identificar la bendición con la prosperidad material. Esta visión no permite disfrutar de las otras cosas que Dios considera bendiciones, en su Palabra, las cuales nos ha dado en Cristo: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios, sabiduría, justificación, santificación y redención;” (1ª Co. 1:30); “... nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo...” (Ef. 1:3)
3. Enseña motivaciones equivocadas para dar. En este sentido, muchos exponentes de este nuevo evangelio enseñan conceptos adecuados, junto con falsedades. Por ejemplo, John Avanzini declara:
Dios aumentará su cosecha si usted tiene la intención adecuada. La intención de su corazón debe ser bendecir a otros. Si su intención es bendecir, Dios le suplirá las riquezas necesarias.
Esta declaración no parece muy desviada, sin embargo, en el mismo libro, este señor declara que Dios le habló sobre la multiplicación sobrenatural de dinero para los creyentes. En esta ocasión, como ya hemos señalado, Dios se queja con Avanzini de que no puede prosperar económicamente a sus hijos, debido a que estos no piden nada a cambio de sus diezmos y ofrendas. En otras palabras, la visión de Avanzini enseña que se debe ofrendar por interés en una recompensa; enriquecimiento.
Este confuso planteamiento ya ha provocado más de alguna decepción. Un caso patético lo constituye la experiencia del famoso telepredicador Jim Bakker. Quien luego de manipular a su público fue a parar a la prisión, acusado de varios cargos. En su libro “No tuve razón” reconoce haber enseñado que Dios deseaba sobre todo que sus hijos fueran ricos. También relata cómo Dios le mostró que había tergiversado la Escritura, persiguiendo motivos egoístas.
Yo había buscado textos solo para comprobar mis creencias... La iglesia está en apuros ahora porque hemos sacado versículos de su contexto y edificado nuestra propia doctrina... otro evangelio, otro Jesús y otro espíritu.
Por otro lado hay que destacar que el Nuevo Testamento motiva a no buscar recompensas por las buenas acciones. Cristo enseña a prestar sin esperar nada a cambio (Lc. 6:34,35) Al ayudar a los pobres hay que pensar que más bienaventurado es dar que recibir (Hch. 20:35) Al predicar el evangelio se les dijo a los doce “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mt. 10:8). En síntesis, los hijos de Dios deben manifestar una actitud semejante a la del Señor: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6:36)
4. Crea un tipo de ministro sobredimensionado (acumulación de poder difícil de controlar). El Nuevo Testamento es muy exigente en cuanto a los requisitos para los líderes eclesiásticos (1ª Tim. 3; Ti. 1:5-16; etc.) Principios que condenan el abuso del poder, el enriquecimiento ilícito o las conductas inmorales abundan entre las amonestaciones apostólicas. Sin embargo, la disciplina bíblica normalmente es más preventiva que punitiva. O sea, se enseña a evitar estos males, tomando medidas de prevención.
Lamentablemente el perfil de ministro que produce el evangelio de prosperidad está muy propenso a caer en desgracias. La acumulación de riquezas, el uso de artículos exclusivos, adquisición de propiedades lujosas o la posesión de vehículos costosos, puede distorsionar la idea de un servidor público. Más que un ministro que goza siendo el servidor de su congregación, el pastor se transforma en una especie de gerente comercial en búsqueda de la mejor rentabilidad para sus recursos. Así lo señala Alvin Góngora: “Si se ha de respetar cierta lógica, la teología de la prosperidad propone una pastoral “gerencial” cuya autoridad deviene del oficio, creando así un vacío vocacional”
¿Estarán nuestros humildes ministros preparados para recibir y administrar adecuadamente una acumulación de poder, fama y riquezas tan grande? ¿Serán capaces de no sucumbir ante las ofertas del mercado y una competencia desmedida por alcanzar niveles más elevados?
5. Perjudica la imagen y testimonio de la iglesia. Cuando el apóstol Pedro hablaba sobre los falsos profetas que acosarán a la iglesia señaló una grave consecuencia: “Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas...” (2ª Ped. 2:2,3a) Uno de los peores daños que las prácticas de los materialistas han provocado, lo constituye el deterioro de la imagen pública de la iglesia. “El camino de la verdad será blasfemado”
Escondidos en la fe, algunos predicadores realizan libremente sus prácticas de enriquecimiento ilícito. Los creyentes evalúan estas actividades según su nivel de aceptación o rechazo hacia el predicador o hacia la doctrina que promueve. Sin embargo, cuando estos excesos llegan a oídos de los inconversos, el panorama se pone oscuro. La evaluación que los periodistas o autoridades de gobierno hacen de las iglesias que albergan a este tipo de “pastores”, generalmente cae en las categorías de fanatismo, robo, enajenación mental, manipulación sicológica, etc. Lamentablemente muchas veces tienen razón.
la razón por la que esta doctrina se puede llegar a provocar reacciones como las ya mencionadas:
Echa leña sobre las llamas de la avaricia y fija la atención de los creyentes en las cosas materiales. El deseo de prosperar materialmente llega a ser una poderosa fuerza seductora que absorbe los pensamientos y actividades del hombre; se imagina que la prosperidad económica es un fin en sí misma. También, algunos predicadores inescrupulosos usan esta doctrina para trasquilar las ovejas y enriquecerse a sí mismos.
CONCLUSIÓN
1. Las exigencias que demanda el sostenimiento del actual aparato evangelístico, apoyado con los modernos medios de comunicación, han provocado una gran presión económica sobre la iglesia contemporánea. Como los tradicionales y bíblicos sistemas de obtención de recursos, aparentemente no logran suplir los enormes costos operacionales, algunos evangelistas norteamericanos desarrollaron un nuevo mecanismo para levantar ofrendas; la promesa de multiplicación sobrenatural de dinero para los fieles más generosos en apoyar estos ministerios. Esta técnica se desarrolló, tomando la forma de una teología de prosperidad, y enseñando doctrinas espectaculares, como la “semilla de fe”, la “confesión positiva” y otras.
2. Para sostener la validez de sus prácticas y métodos, el evangelio de prosperidad recurre al abuso del testimonio. El teólogo Alvin Góngora sostiene:
Es a nivel testimonial donde la “teología de la prosperidad” alcanza su mayor fortaleza. Dado que la centralidad del individuo reduce la legitimidad de cuestionar la experiencia particular, quien da testimonio de bonanzas económicas demanda credibilidad. Se supone que el testimonio debe ser creído. A este fuero interno se añade un elemento cuantitativo. El creciente número de quienes le atribuyen a su fe la posibilidad de gozar recursos pecunarios parece incrementar la validez de las expectativas levantadas por los evangelios de la felicidad.”
Señalamos esta situación, para poner en relieve la debilidad hermenéutica de las enseñanzas de este nuevo evangelio. La manera en que son usados diversos pasajes bíblicos para apoyar sus doctrinas, transgrede la sana exégesis, distorsiona conceptos, confunde lo espiritual con lo material, no discrimina entre las enseñanzas veterotestamentarias y las del Nuevo Testamento y, en definitiva, provoca confusión entre los seguidores de esta línea de pensamiento.
3. En términos prácticos, el evangelio de la prosperidad soluciona el problema del sufrimiento, resucitando la obsoleta tesis que lo presenta como consecuencia del pecado. El planteamiento de “bendición versus maldición” se regula a través de la obediencia. Para ello, se hace necesario distorsionar el concepto bíblico y neotestamentario de “pacto”, retrocediendo a la legislación hebrea precristiana.
Esta situación fomenta el materialismo en la iglesia. Si la tenencia de bienes materiales es sinónimo de la aprobación divina y la pobreza, enfermedad y sufrimiento implican el descontento del Señor, entonces los verdaderos hijos de Dios ya no se reconocerán por sus frutos espirituales, ni su buen testimonio, sino a través del aumento en sus ingresos y su nivel socioeconómico.
4. Si el evangelio de prosperidad logra perpetuarse, la estructura actual de la iglesia evangélica sudamericana podría deteriorarse. El estilo de liderazgo preconizado por este movimiento tiende a perder la sencillez y el carácter vocacional del modelo tradicional. Esta problemática puede trastocar la imagen pública de la iglesia, secularizándola.
En definitiva, la evaluación final de esta corriente teológica contemporánea, nos hace recomendar las sabias palabras del Señor Jesucristo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
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